Psicomotricidad

Spitz, el Hospitalismo y la Depresión Anaclítica, un análisis desde las etapas y los organizadores

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Por: .Jimena Ayala Rabadán

René Spitz, a lo largo de su análisis del desarrollo de los niños, trabajó en hospitales y orfanatos donde logró notar dos fenómenos relacionados, pero diferentes, la depresión anaclítica y el hospitalismo.

La depresión anaclítica la observó junto con su colega Katherine M. Wolf, en un conjunto de 160 niños, de los cuales 34 habían sido separados de su madre posterior a haber permanecido, por lo menos, 6 meses con ellas. Estos niños, presentaban un cuadro clínico que se agudizaba mes con mes tras la separación. Al principio estaban llorones y exigentes aferrados al observador, el segundo mes el llanto se transformaba en un chillido y había datos físicos como pérdida de peso y falla de medro que podrían hablar de un proceso crónico.

El cambio más drástico ocurría a los tres meses, donde ahora a los bebés los describe con rostro rígido, con un retraso más profundo, con insomnio y decía que se la pasaban acostados boca abajo en sus cunas. Por todo esto, probablemente su sistema inmunológico se veía deprimido y mostraban datos de infecciones recurrentes. También notó que si el niño encontraba un sustituto aceptable antes del tercer al quinto mes, el trastorno desaparecía.

Aunque el hospitalismo tiene similitud con la depresión anaclítica, estos dos son diferentes. Spitz describe al hospitalismo en un momento diferente, cuando él estaba trabajando en un orfanato, donde observó a 91 lactantes que residían en este. Estos habían sido criados al pecho por su madre durante los primeros 3 meses de vida, siendo destetados a esta edad, confinándose a los cuidadores del orfanato. A diferencia de los de la depresión analítica estos eran niños más pequeños.

En el orfanato, a pesar de recibir los cuidados básicos materiales como alimentación, alojamiento e higiene, la atención afectiva se veía diezmada por la escasez de cuidadores que estaban a cargo de todos los niños llevando a un cuadro similar al de la depresión anaclítica, pero con un proceso más acelerado, presentando evidente retraso psicomotor.

Spitz describía a estos niños, con una pasividad total y un rostro vacío de expresión. Menciona que al final del segundo año de vida el nivel de desarrollo estaba disminuido en un 45% de los esperado. Muchos de ellos estaban desnutridos y tenían poca resistencia a infecciones. De los niños observado, que “padecieron” hospitalismo, 37% murieron en los dos primeros años de vida.

Como se mencionó anteriormente, una diferencia entre la depresión anaclítica y el hospitalismo, será la edad en la que los niños sufren el aislamiento afectivo. Podemos notar que entre más pequeños, los síntomas son más graves. Esto se podría describir desde las etapas que plantea el mismo Spitz.

El niño en los primeros tres meses de vida, pasara por la primera etapa conocida como preobjetal, en esta el niño presenta un narcisismo primario donde todo lo reconoce como parte de él mismo, a través de una recepción interna. A los 3 meses el bebé generará el primer organizador que es la sonrisa social dando pie a la segunda etapa, llamada precursora del objeto. Los niños del hospitalismo (de 3 meses) y de la depresión anaclítica (mayores de 6 meses) ambos habrían pasado ya en su mayoría por esta etapa, permitiéndoles tener ya no sólo una recepción interna, si no también una percepción externa, siendo la sonrisa social la muestra de esta reacción ante los estímulos externos. Dicho de otra manera, el niño ahora comienza a reconocer entre lo interno y externo.

A diferencia de los niños del hospitalismo, los de la depresión anaclítica ya estarán más avanzados en esta segunda etapa precursora del objeto. A los 6 meses las respuestas de placer y desagrado se extienden a un mayor número de estímulos y se hacen más prominentes. Entre los 6 y 8 meses, edad de los niños de la depresión anaclítica, el bebé comienza a diferenciar entre amigo y extraño, donde ahora deciden o no contactarse con el desconocido. En este caso han avanzado más en su identificación de los rostros, y en la identificación del medio externo que la madre, normalmente, es la encargada de ayudar a interpretar. Son niños que tienen un yo más desarrollado, que los niños del hospitalismo, contando, probablemente, con más defensas para poder enfrentar las adversidades.

Considero que el termino de organizadores, puede ayudar a entender la diferencia entre estos dos sucesos, del proceso del aislamiento afectivo. Spitz menciona, los organizadores son análogos a un término embriológico. Estos son momentos en el desarrollo donde se unen varias líneas. Da el ejemplo de cómo antes del desarrollo de un organizador, podemos trasplantar un tejido de un lugar a otro y se desarrollará igual que los tejidos que lo rodean, en cambio, si se trasplanta este mismo tejido posterior a que el organizador se haya desarrollado, el tejido se desarrollará en la misma dirección que hubiera llevado en su localización original.

Podríamos entender, que el contar con más organizadores da estructuras más sólidas que permiten que, a pesar de ser cambiado de ambiente, el niño se desarrollaría igual que en el ambiente anterior generando una depresión anaclítica, en cambio, si no cuenta con el organizador, como en los niños más pequeños, estos se desarrollarán conforme a lo que los rodea en este nuevo ambiente generando un hospitalismo.

Ambos casos, tanto el hospitalismo como la depresión anaclítica, hablan de la importancia de las relaciones afectivas desde la infancia más temprana y cómo su carencia puede desembocar en estos dos padecimientos. También confirma la importancia de los organizadores y cómo avanzar en las etapas nos permite tener bases más sólidas para desarrollarnos de manera efectiva ante el medio externo. Un niño preobjetal sufrirá una depresión mayor al aislarse del afecto, que un niño más cercano a la etapa objetal gracias al desarrollo ganado y la presencia de organizadores que indican que hay, una mayor estabilidad psíquica del yo.

Bibliografía.

SPITZ, R. (1958). El primer año de vida del niño. Génesis de las primeras relaciones objetales.  Madrid: Aguilar, 1972.

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