¿Soy autista?

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El observador.

El hombre ama a su delirio como a sí mismo, observó Sigmund Freud en el caso de la esquizofrenia. En este caso Nohemí, ella es ahí donde la voz de la madre, habla en tercera persona, como le habla su madre.

Escucho Nohemi y me siento afectada, cumplo 6 años. Constantemente sale de mi boca: “me picó”, “me picó”, “me picó”, “me picó”. No hay objeto que detenga mi mirada. No hay mundo. Sin objetos que detengan mi mirada, orienten mi olfato, tracen mi piel, centren un eje. Siempre en tensión. Nada se de caricias, si las hay ¿acaso se pierden entre lo que acontece en mi mundo-cuerpo?

No hay imágenes de cuerpo, hay fragmentos; No hay cuerpo erógeno, yo, tejido por la circulación del deseo. Hay un cuerpo biológico que es mi mundo y me encuentro y pierdo en la voz de otro que es la mía.

Mi voz es la de mi madre, hablo: “”¡pórtate bien Nohemí”, “ ¡Nohemí ya te dije que no pegues¡”

El día que pude jugar con una muñeca a picarla con una pluma por todo su cuerpo, la psicoterapeuta comprendió aquel: “me picó, me pico”. El cuerpo fragmentado iniciaba a no estarlo tan permanentemente. Era momento de acercarse hacia mi mamá para escuchar su comunicación de cuando tuvo depresión posparto a mi nacimiento. ¿Qué de su historia la desconectó de su preocupación por mi, qué fracturó el deseo de ser madre?

La indiferencia a mi encuentro al nacer, la deriva ante la que me encontraba. No había preocupación materna, la comida no llenaba el desamparo, me coloca ante situaciones de terror.

El autismo es correlativo a la depresión de mi madre. Mi narcisismo, su indiferencia. No se ha trabajado ese cortocircuito, esa fractura.

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