Psicomotricidad

Sin imagen del cuerpo no hay historia.

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La historia del cuerpo, ¿desde el psicoanálisis o desde la psicomotricidad?

Dr. Jaime Ayala V.

En una conferencia dada en la Société Psychanalytique de Paris (SPP) el 16 de junio de 1937, Lacan retomó la terminología de Wallon, H. transformando la prueba del espejo en un “estadio del espejo”. En una especie de complementariedad de observaciones encontraron que el bebé hasta los tres meses no responde ante su imagen en el espejo, al siguiente mes el bebé observa la imagen como ajena a él, a los seis meses sonríe a su imagen y a la de sus padres. Al décimo mes el bebé extiende sus brazos hacia su imagen. Esta evolución fue reportada por R. Spitz mostrándole máscaras a los bebés anotando algo similar a lo anteriormente observado por Wallon y Lacan. El acto se constituye en el juego y al mismo tiempo éste se manifiesta como un acto en vivo, sucediéndose mutuamente y convirtiéndose en símbolo y por tanto en lenguaje con cualquier expresión y representación. Así se consuma lo escrito por Henry Wallon en su libro Del acto al pensamiento.

Un nuevo enfoque del psicoanálisis clínico en la terapia de niños apunta hacia el juego del niño y el terapeuta, donde importa más cómo juegan ambos que cómo interpreta el juego el terapeuta, dándoles similitud a las técnicas psicoanalíticas y a  las de psicomotricidad.

El niño, además de comunicar sus conflictos a través del juego, con su juego elabora conflictos psíquicos, como sucede en el sueño aunque de manera diferente a éste, ya que en el soñar se desconecta el aparato motor, permaneciendo las funciones psíquicas inconscientes y preconscientes. En cambio el juego es movimiento, acción y fantasía, consciente e inconsciente; o sea la organización psíquica es similar, en el sueño como en el juego,  pero su forma de proceder es diferente, logrando la misma meta, la elaboración de la conflictiva psicológica, la realización de deseo.

Hablando de dos conceptos esenciales de la psicomotricidad, el esquema corporal y la imagen corporal, enlazamos nuevamente las dos disciplinas, ambas los estudian y los utilizan en los procedimientos terapéuticos.

  1. Dolto define el esquema corporal como un elemento distintivo de los seres humanos, se puede decir, es igual para todos sin depender de la época o el lugar donde se vive, en cambio la imagen del cuerpo es singular para cada individuo, influida por su familia de origen y las vivencias suscitadas en el devenir de su existencia, es eminentemente inconsciente y resume las experiencias libidinales, emocionales del sujeto, es una especie de inscripción corporal de su vida.

El entrecruzamiento del esquema corporal con la imagen corporal permite al sujeto ponerse en comunicación con los otros, compartir las simpatías y las antipatías así como tener la capacidad de ponerse en lugar del otro para entenderlo tanto en la vida diaria como en el trabajo terapéutico. Lo anterior se puede asemejar al diálogo tónico emocional necesario para la relación madre-hijo y la relación paciente-terapeuta. Dolto, F. señala que “el esquema corporal refiere al cuerpo actual en el espacio a la experiencia inmediata. Puede ser independiente del lenguaje, entendido como historia relacional del sujeto con los otros. El esquema corporal es inconsciente, preconsciente y consciente. El esquema corporal es evolutivo en el tiempo y en el espacio. La imagen del cuerpo refiere el sujeto del deseo a su gozar, mediatizado por el lenguaje memorizado de la comunicación entre sujetos. Puede hacerse independiente del esquema corporal” (22). Nasio, J. D., quien supervisó con Dolto, explica la imagen corporal construida en la disposición del lenguaje con los otros, se constituye el enlace de la comunicación interhumana. Cuando se vive con un esquema corporal sin imagen del cuerpo, la existencia se torna silenciosa y solitaria como les sucede a los psicóticos o a los autistas. Solo la palabra que nombra puede ayudar a estos sujetos a reconocer su deseo y su presencia. Con lo anterior se puede entender la importancia del nombre propio que está enclavado en el narcisismo de cada quien. El fonema del nombre estructura desde lo pregenital arcaico las primeras huellas hasta las últimas del existir, aunadas a las experiencias de placer y displacer donde se guardan múltiples emociones mezcladas con memorias olfativas, auditivas, visuales, táctiles, cenestésicas.

La historia del cuerpo se ubica en la imagen corporal y ésta a su vez se encuentra en el Yo del sujeto, le da forma y podemos decir que es su núcleo. La historia del Yo se inicia con las primeras percepciones desde el nacimiento, todo lo significativo se inscribe como huellas libidinales en el cuerpo inconsciente, constituyendo la imagen del sí mismo, la que se forma durante toda la vida sin que lo advirtamos. En el mismo sentido se establecerá el sentimiento de estima propio de cada quien, donde se agregan las opiniones y las relaciones con los otros. La imagen del cuerpo, su libidinización, da coherencia a las estructuras, permitiéndole al sujeto incorporar los cambios sufridos con el transcurrir de la vida. Sin cuerpo no hay historia, enfatiza Aulagnier, P.

Alteración del esquema y de la imagen corporal.

Cuando la imagen corporal no se ha conformado suficientemente, se da origen a una gama amplia de patologías, desde las psicosis y el autismo pasando por los padecimientos psicosomáticos, las neurosis y las patologías limítrofes como los trastornos de la alimentación, las adicciones y las perversiones y se dificulta la aceptación de los cambios del cuerpo biológico en la adolescencia, en la edad madura y en la vejez con todas sus limitaciones.

Una función imprescindible de la imagen corporal es ser la imagen erótica donde se centra la percepción del placer y el displacer. El niño, ya no el bebé, enfrenta comportamientos erotizados arcaicos inconscientes de los padres que erotizan al hijo. Para el niño en vías de crecimiento es importante que el deseo incestuoso hacia los padres sea prohibido por éstos y lo tomen a su cargo como adultos para liberar al niño de esa responsabilidad, concediéndole la autonomía conveniente del deseo incestuoso. Todo lo anterior son momentos y procesos claves en la estructuración y constitución del sujeto desde el anclaje en lo motor y psicomotor como eje en la libidinización y elevación del cuerpo y el sujeto con el propio nombre.

El artículo muestra el proceso de estructuración del aparato psíquico desde la óptica de diversos autores psicoanalíticos y de H. Wallon como una pieza fundamental de la psicomotricidad. Se revisan conceptos de la relación del bebé recién nacido con el mundo exterior donde necesariamente se incluye al otro, la madre como elemento clave. La satisfacción de las pulsiones del yo y las sexuales y la función del narcisismo en la formación del psiquismo y el esquema y la imagen del cuerpo se tratan desde diversos autores. La noción de imagen corporal se menciona para posteriormente plantear la importancia de estas bases teóricas en la práctica psicomotriz y en la psicoterapia psicoanalítica.

AYALA, V. J. Bases Psicoanalíticas de la Psicomotricidad.  Revista Psicomotricidad, Movimiento y Emoción (PsiMe) / Vol. 2, No. 1, 2016.  http://cies-revistas.mx/index.php/Psicomotricidad/article/view/40/DPf

Referencias.

AULAGNIER, P. (1975). La Violencia de la Interpretación. Buenos Aires: Amorrortu, 1990.

DOLTO, F. (1984). La imagen inconsciente del cuerpo. Barcelona: Paidós, 1984.

LACAN, J. (1963). Escritos 1. México: Siglo XXI, 1980.

NASIO, J. D. (2008). Mi cuerpo y sus imágenes. Buenos Aires: Paidós, 2008

SPITZ, R. (1965). El primer año de vida del niño. México: Fondo de cultura económica, 1998.

WALLON, H. (1942). Del Acto al pensamiento. Buenos Aires: Lautaro, 1965.

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