¿Pueden los perros ayudarnos a mejorar nuestra salud mental?

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Comp. Carolina Jiménez

Mtro. Gerardo Miranda

Habitualmente podemos observar a las personas moverse en espacios públicos de manera apresurada, ensimismados, indiferentes a lo que acontece a su alrededor y sobre todo lo que podría estar ocurriendo con sus semejantes. Algo curioso se observa cuando un caminante va en compañía de su perro, algunas personas interrumpen su andar para dirigirle palabras al cuadrúpedo y preguntar a su cuidador si pueden acariciarlo, su nombre o si no muerde; intercambian palabras, gestos y a veces breves historias sobre sus perros. Se abre un canal de intercambio que ha facilitado el cánido y que posiblemente sin él, nunca hubiera tenido lugar. ¿Es acaso que las personas afines a este animal se sienten identificadas con su acompañante?, ¿algo de su historia personal se despierta a modo de echar abajo las inhibiciones que se interponen en un intercambio humano a humano sin mayores dificultades?, ¿qué aspectos psicológicos participan en un fenómeno de este tipo?

La antrozoología podría contribuir al esclarecimeinto de estas incógnitas ya que se trata del estudio de las interacciones hombre-animal, de reciente aparición en el campo de las ciencias. Se nutre de las investigaciones de diversas disciplinas y la psicología ha sido una de las adherencias más significativas por los fundamentos que ofrece en el marco de las respuestas emocionales  aplicadas a los tratamientos terapéuticos que involucran animales, permitiendo a las personas obtener mejoras en su salud mental gracias a las aplicaciones de estos fundamentos. Al incluir especies domésticas en los espacios de terapia, se observa una mayor facilidad para la expresión de emociones, del pensamiento positivo y de las conductas de socialización.

Los seres humanos crecen en ambientes que favorecen una serie de respuestas adaptativas a un medio social que poco a poco irá exigiendo comportamientos más complejos según su nivel de desarrollo. Las figuras representativas que participan en la crianza del niño como los padres, familiares y maestros, modelan la base de los referentes que conformarán la visión sobre la vida, así como la predisposición positiva o negativa hacia las actividades que favorecen el interés por los demás. En el caso de los padres que han tenido en su pasado oportunidad de interacción cercana con animales, transmiten al niño confianza para que él pueda sin temores, jugar, cuidar y sobre todo querer al compañero interespecie como su par incondicional.

Los niños que crecen en ambientes con animales de compañía, adquieren conductas de responsabilidad y respeto por la vida. En la medida en que los padres modelan estos principios con su ejemplo, los niños de manera inmediata podrían ponerlos en práctica gracias al rol de cuidador que ahora les ha sido confiado hacia su mascota. Las rutinas de limpieza, alimentación y juego refuerzan la empatía por las necesidades del otro, su par interespecie, que responde con señales inconfundibles de cariño absoluto. No hay dobles mensajes, ni manipulaciones, todo entre ellos es franco y honesto; el perro no juzgará ni antepondrá ningún tipo de resentimiento en la relación con su compañero. La comunicación se basa principalmente en la corporalidad, ambos reconocen inmediatamente el estado de ánimo de uno y el otro. Es fácil responder a la tristeza o preocupación de su compañero convocando al juego o al simple contacto en silencio amoroso.

Así es como poco a poco el ser humano podría adquirir la confianza en sus recursos aprendidos de una relación interespecies. En cierto momento de la vida, su interés inmediato por una pareja de paseantes, hombre-perro, al cruzarse por su camino dará lugar a una interacción sin el más mínimo temor por el rechazo de los desconocidos que bajo cualquier otra circunstancia podría representar una situación de mayor incomodidad. La escena es familiar y se basa en una especie de código no expreso en las relaciones relaciones hombre-animal.

Los animales tienen la facultad de reconocer los estados afectivos de las personas de manera eficaz. En el caso de los perros, gracias al milenario vínculo que les une a nuestra especie, responden al conjunto de signos olfativos, auditivos y visuales que expresamos las personas ante determinados eventos de la vida cotidiana. Las conductas que ellos manifiestan ante dichos estímulos, en ocasiones nos ofrecen confort como es el caso de fijar su mirada en nosotros cuando estamos tristes o preocupados, hecho que se interpreta normalmente como un: “estoy contigo”. En cierto sentido el mensaje es sincero, pues los caninos crearon un vínculo de interdependencia con los humanos desde sus orígenes, en su progresiva modificación de lobo a perro; nos necesitan a nosotros y nosotros a ellos.

Si bien, la simbiosis ya no responde propiamente a la supervivencia como fue en un inicio pues el humano ha dejado de cazar para comer y éste se mantiene ocupado en actividades productivas que le demanda su ambiente social. Su perro ya no le acompaña a encontrar la presa, pero instintivamente en el cánido esto podría permanecer arraigado y la pelota o el palo que se le arroja para jugar cumple perfectamente ese papel. Para el humano, su perro le ayuda ahora a relajarse y sentirse en contacto con una parte de la naturaleza, aunque solo se trate de algunos metros de espacio verde o unos cuantos árboles que se crucen en el camino y por qué no, tal vez socializar un poco con otros paseantes como se comentó en un inicio. En el caso de personas que no mantuvieron relaciones interespecies en su desarrollo temprano, podría ser un poco más difícil establecer intercambios espontáneos con desconocidos.

En la historia nos encontramos con la famosa anécdota del psiquiatra Boris Levinson, que de manera fortuita observó los beneficios de la participación de su perro durante las sesiones con su paciente que padecía autismo. Gracias a sus publicaciones, se ha obtenido confianza en la inclusión de los animales en el ambiente terapéutico. Las señales olfativas o corporales del paciente son captadas por el perro quien se mantiene permanentemente receptivo y así  todo el conjunto de pensamientos, emociones y recuerdos, incluso las proyecciones del paciente encuentran un oyente atento y silencioso que a diferencia de un interlocutor humano, el perro de terapia demuestra sus capacidades para evidenciar su interés por mantener y fortalecer el vínculo naciente en ese espacio de tratamiento creado para ese fin: favorecer y madurar los canales de comunicación hasta el punto en que estas puedan extenderse hacia las personas promoviendo actitudes más adecuadas para sus necesidades afectivas. Es así que aumenta la posibilidad de que la persona derribe las barreras que hasta el momento le habían impedido formas de convivencia más honestas y estables.

El trabajo de Terapia Interespecies que realizamos en la Fundación Piensa Como Perro, A. C. (FPCPAC) en comunidades y grupos vulnerables de niños, personas con discapacidad psicosocial o adultos mayores, encontramos las mejores oportunidades para demostrar los efectos benéficos a modo de que el paciente pueda desenvolverse de manera segura y mostrar sus atributos individuales en un ambiente de aceptación y respeto. Esto se logra gracias a las dinámicas que facilitamos en compañía de nuestros perros de terapia, que en su mayoría han sido rescatados de condiciones de abandono y maltrato. Esto quiere decir que la terapia trabaja en dos direcciones ya que el animal también obtiene beneficios físicos y psicológicos, al mismo tiempo que los fortalece el beneficiario del programa. A diferencia de las prácticas que se realizan en otro países, en la FPCPAC empleamos una metodología propia que parte del supuesto de que el perro que ha sido atendido en sus necesidades básicas a nivel físico, emocional y mental  alcanzando un equilibrio perfecto para desarrollar sus mejores potencialidades en las actividades de terapia. No se trata de un animal “mecanizado” que se desenvuelve de manera artificial en espera de la señal-comando de su manejador, si no del animal que establecerá una conexión natural con el paciente debido a que en su propia naturaleza busca la interacción con personas ya que han sido ellas las que le han amado, cuidado y respetado tal y como es; su trabajo es devolver al humano esa dignidad debilitada o poco favorecida en su medio social.

Bibliografía

Díaz-Videla, M., Olarte, M. (2018) La psicología del vínculo humano-animal. Aportes de la psicología a la antrozoología y viceversa. Buenos Aires: Akadia.

Diaz-Videla, M. (2017) Antrozoología y relación humano. Buenos Aires: IRojo Editores

Díez de la Cortina, M. (2019) Terapia Emocional con perros. Ciudad Autónoma de Melilla.

Fennel, J. (s.f.) Saber escuchar al perro. Recuperado el 03/05/2020 de: https://loslibrosquenecesitogratis.com/saber-escuchar-al-perro/