La muerte en el yo – melancolía

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Por: Carlos Bautista

Sabines en su poema a la tía Chofi  nos cuenta con nostalgia una muerte en vida.

Amanecí triste el día de tu muerte, tía Chofi, pero esa tarde me fui al cine e hice el amor. Yo no sabía que a cien leguas de aquí estabas muerta con tus setenta años de virgen definitiva, tendida sobre un catre, estúpidamente muerta. Hiciste bien en morirte, tía Chofi, porque no hacías nada, porque nadie te hacía caso, porque desde que murió abuelita, a quien te consagraste, ya no tenías qué hacer y a leguas se miraba que querías morirte y te aguantabas ¡Hiciste bien!

La vida como una construcción psíquica es dar razón que somos lo que pensamos que somos, irónicamente pensar en la muerte como una construcción psíquica no es así de sencillo, el aparato anímico que dio inicio a su construcción en un cuerpo, con la nada, con el cero, con esa irrepresentabilidad, con esa ausencia, palabra clave al entender que es un no estar de algo que estuvo luego entonces podremos entender la causa de no poder saberlo; la percepción nos da indicios, al conocer al muerto, al conocer la ausencia, al conocer la amputación, al conocer el final, al recordar que lo que vivimos con un vivo, se muere cuando el muere, nos morimos en él y el sigue vivo en nosotros, no muere el muerto entonces, morimos en el muerto, es una pequeña muerte, un fragmento de muerte, un dolor, una pérdida de algo que estuvo. Caminar hacia la muerte una condición, un destino, una realidad, un saber, un tabú, una irremediable verdad del ser humano, caminar hacia el origen, caminar hacia el final, pero siempre caminar, caminar sin dar un paso, caminar sin moverse, caminar muerto, caminar vivo, caminar muerto hacia la muerte, condenado en la jaula de cronos y la jaula del cuerpo, jaula dentro de la jaula sin saber cuál es el continente. Entonces dar razón de vida es la vida misma y la construcción está contenida en el yo que a su vez es una construcción del aparato psíquico. Freud ,S. en 1914, explica el trabajo del duelo: el examen de realidad muestra que el objeto ya no está y ordena quitar la libido de los enlaces con ese objeto. Pero se opone cierta renuencia a abandonar la posición libidinal conquistada, que si alcanza mucha intensidad puede producir un extrañamiento de la realidad y una retención del objeto vía psicosis alucinatoria. El duelo se ejecuta pieza por pieza con un gran gasto de tiempo y energía, en ese tiempo el objeto perdido continúa en lo psíquico. Esos recuerdos, pensamientos, afectos en que la libido se anudaba al objeto son sobre investidos y se va produciendo un desasimiento de la libido. Al terminar este proceso esa libido disponible puede volver a investir nuevos objetos. La melancolía es la reacción frente a la pérdida de un objeto amado, puede ser ideal, real y en otras circunstancias no es claro lo que se perdió. El melancólico sabe a quién perdió, pero no lo que perdió en él, es decir, no sabe lo que perdió él con la pérdida de ese objeto. La pérdida del objeto tiene un aspecto desconocido, inconsciente para el sujeto. El yo se sabe muerto y vivo a la vez, el objeto perdido del yo es el encargado de matarlo y deforma la vida misma del sujeto, que se vuelve sombrío, se vuelve gris, se vuelve incrédulo, se vuelve una melancolía que para unos autores no es más que una psicosis ya que la realidad del sujeto no existe, o existe de manera más real que la realidad del neurótico. El aparato psíquico de manera inconsciente trata de mantenerse en vida, dirige su pulsión a objetos que prometen un desahogo, un continente real, pero la instancia 18 yoica permeada por el estado melancólico no permite la libidinización de los objetos y la retira al poco tiempo. El estado melancólico somete al sujeto a mirar más claro y más crudo el mundo, una forma de mirar la muerte es desde el lugar del muerto, del melancólico. ¿Qué hace un sujeto ante la pérdida de su familia, de su dignidad moral, de su juicio? Un sujeto que a sus sesenta años recibe un golpe en la cabeza y pierde la razón por cierto tiempo y al regresar a la realidad se encuentra con que ya no tiene familia y ya no es eso que era.

MUERTO EL MUERTO

Aquel caminaba y buscaba

Sin saber quién era y sin saber nada

Sin saberse vivo, sin sentirse

Atrapado en su locura, murió solo

Vivió muerto y murió solo

Muerto el muerto la vida sigue

Ya muerto el muerto vivió su muerte

Alimentó a las aves, le habló al silencio

Muerto el muerto vive en la tierra

Muerto el muerto vive conmigo.

                                          Carlos Bautista

La muerte del yo es una sensación de la muerte del otro en el yo.

Bibliografía.

FREUD, S. (1914). Duelo y melancolía. O. C., Tomo XIV. Buenos Aires: Amorrortu, 1979. SABINES J. Consultado: 2015.07.23. Disponible en http://www.poemas-del-alma.com/tia-chofi.htm

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