Adicciones

¿El efecto droga que presta cuerpo?

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Fotografía con Licencias Creative Commons 

Rosa Maria Denis comenta en su investigación sobre el consumo de drogas que el tratamiento de la abstinencia a través de un modelo de la conducta o del comportamiento, parte de manera general, de un pensamiento clásico en dos momentos. En un primer tiempo se dedica a la atención fisiológica tratando de eliminar la droga y en un segundo tiempo en atender los aspectos psicológicos del individuo como si se tratara de dos territorios diferentes. Se puede modificar este modelo atendiendo lo establecido por Sigmund Freud en el estudio de la histeria y así poder vincular la correspondencia entre los aspectos fisiológicos y los psicológicos reproduciendo lo enunciado por pacientes toxicómanos.

Estudia a Le Poulichet, S. (1996) quien propone el consumo de drogas desde un planteamiento que atienda no a las características de la droga, no a las características de personalidad, ni a las etiquetas en las que se ha nombrado al adicto y con las que él mismo se ha identificado. El concepto de fármacon, de Jacques Derrida, le sirve para considerar los discursos de pacientes toxicómanos como el acto que crea una toxicomanía, marcando así una ruptura con lo que se ha descrito tradicionalmente acerca de la toxicomanía.

Cuando un paciente manifiesta “la droga es mi brazo derecho”, “soy como una esponja, recupero mi forma con la cocaína”, “sin droga ahora, es como si me faltara un miembro del cuerpo y me doliera; es un miembro fantasma” parece que el efecto fármacon prestara cuerpo;  su ausencia genera una forma de mutilación, por lo que los discursos en torno a la abstinencia se organizan bajo la referencia a una falta que cobra la figura de una lesión.

Esta evocación de un miembro fantasma como un órgano ausente que produce dolor, sirve de apoyo para articular dos dimensiones esenciales de la operación del fármacon que son lo alucinatorio y el dolor físico-psíquico. Entonces, la afección principal de la abstinencia se encuentra en el límite de lo psíquico y lo somático.

Como primer punto, el tóxico ausente crea la figura de un miembro fantasma o de un órgano doloroso que pone directamente en riesgo la investidura de zonas corporales.

En segundo lugar hay un carácter alucinatorio de este fenómeno del miembro fantasma, como una formación que no posee el valor ni la consistencia del fantasma ya que este último remite al acto creador de la elaboración de un saber que, a espaldas del sujeto pasa a acondicionar la pérdida del objeto. Aquel efecto fantasma, parece pertenecer más bien al registro de lo alucinatorio. Sin querer decir con esto que exista alucinación en lo dicho por el paciente, sino que él indica la presencia de una dimensión alucinatoria en la abstinencia y estableciendo que no se deben asimilar los procesos que intervienen en las toxicomanías al fenómeno muy preciso y complejo del miembro fantasma ya que se trata de una metáfora.

El discurso de los pacientes toxicómanos durante la abstinencia hace referencia hacia una urgencia corporal aun cuando una necesidad puramente fisiológica ya no esté presente tras una cura de desintoxicación. Es el cuerpo erógeno que parece entonces omnipresente en tanto no lo vela la palabra ni lo toman a su cargo las representaciones. Es la erogenización de un órgano el que le falta para recuperar su completud.

Contrario a la creencia de que los pacientes toxicómanos experimentaban durante el consumo de tóxicos experiencias espectaculares, ellos refieren que la droga les permitía sentirse “normales”; los discursos de los pacientes inducen más bien la perspectiva de un proceso de autoconservación debido al desvalimiento que se manifiesta cuando falta  el tóxico, como si el cuerpo en lugar de modelarse en las cadenas significantes, demandara la restitución de un órgano que ligara las excitaciones. El desvalimiento generado durante la abstinencia da testimonio de un aumento intolerable de las tensiones. Por lo que durante las recaídas el tóxico reaparece como para restaurar una protección frente a acontecimientos o pensamientos que de repente se viven amenazadores.

El fármacon propicia una especie de semivigilia, con lo que engendra un retiro de las investiduras del mundo exterior. Este repliegue narcisista que intenta ligar las excitaciones, signa el fracaso de una ligazón más estructurante.

Cuando los pacientes comunican que mediante el consumo de tóxicos consiguen recuperar sensaciones semejantes a las que se procuran por ejemplo con la heroína, en donde logran un estado de semivigilia, se trata aquí de conservar en la vida despierta una forma de percepción alucinatoria como en el sueño, bajo la protección de una narcosis.  También declaran lo insoportable del acto de diferir, lo intolerable de una espera de la satisfacción. Así se presenta una abolición de la temporalidad. Al introducirse la inmediatez, es la dimensión de la ausencia la que resulta excluida.

Estos pacientes evocan la posibilidad de borrar imágenes, pensamientos o decires mediante el consumo de drogas, al parecer como una de las justificaciones más significativas. Si la operación del fármacon pone al cuerpo erógeno al abrigo de toda diferencia, el día y la noche del cuerpo no son más que una superficie continua una cura de desintoxicación no podría rehabilitar a ningún sujeto separado de su “objeto”.

El tóxico se presenta en los discursos de pacientes abstinentes como un órgano en suspensión. La abstinencia conserva alucinatoriamente el tóxico bajo la forma de un órgano ausente que duele.

Bibliografía.

DENIS, R. RM. La función materna y el consumo de drogas. Tesis Doctorado. México: CiES, 2016.

DERRIDA, J. (1975). La diseminación. Madrid: Editorial Fundamentos, 1997.

FREUD, S. (1914). Introducción del Narcisismo. Obras Completas Tomo XIV.  Buenos Aires: Amorrortu, 2003.

FREUD, S. (1917). Duelo y Melancolía. Obras Completas Tomo XIV. Buenos Aires: Amorrortu, 2003.

LE POULICHET, S. (1996). Toxicomanías y Psicoanálisis. Buenos Aires: Amorrortu, 1996.

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