Aparato psíquico – uno en busca de cero
Por: Carlos Bautista
A más de cien años de la teoría postulada por Sigmund Freud sobre la constitución del aparato psíquico en el ser humano, sigue siendo apasionante pensar que dicho aparato tan complejo no encuentra lugar ni forma exacta, un aparato hipotético, utópico, increíble. En estos últimos años interactuamos con nuestros semejantes a través de la tecnología en sus múltiples presentaciones, computadoras, tabletas, teléfonos y artefactos que en su programación son muy parecidos a la teoría del aparato psíquico Freudiano, el sistema binario, representación de cero y uno, vida y muerte, ausencia y presencia, y en relación a esta analogía, intentaré explicar el aparato psíquico y su complejidad según la teoría psicoanalítica. La programación esencial en una computadora, aparato electrónico o programa es el sistema binario. El antiguo matemático indio Pingala presentó la primera descripción que se conoce de un sistema de numeración binario en el siglo tercero antes de nuestra era, lo cual coincidió con su descubrimiento del concepto del número cero. Mientras que en el sistema de numeración decimal se usan diez dígitos, en el binario se usan solo dos dígitos, el 0 y el 1. Un bit o dígito binario puede representar uno de esos dos valores: 0 o 1 Bit es el acrónimo Binary digit (‘dígito binario’). Un bit es un dígito del sistema de numeración binario. Las unidades de almacenamiento tienen por símbolo bit. El bit es la unidad mínima de información empleada en informática, en cualquier dispositivo digital, o en la teoría de la información. Con él, podemos representar dos valores cualesquiera, como verdadero o falso, abierto o cerrado, blanco o negro, norte o sur, masculino o femenino, rojo o azul, etc. Basta con asignar uno de esos valores al estado de “apagado” (0), y el otro al estado de “encendido” (1). Entonces entendemos que a partir de cero y uno se puede generar gran cantidad de información y que nunca se repite el mismo código binario para cada carácter y el sistema forma a su vez otros subsistemas y es capaz de compartir información con otros sistemas, generar actualizaciones, saber la cantidad y el lugar de datos almacenados en el disco duro, memoria ram, memoria cache y procesadores de información, toda la construcción de circuitos y códigos que a su vez llegan a los sistemas operativos, es decir la interfaz de la máquina con el ser humano. Pareciera que las máquinas van tomando vida en nuestra vida, ahora somos capaces de comunicarnos con ellas y ellas con nosotros pero vamos a revisar el origen de nuestro aparato psíquico según Sigmund Freud y asombrarnos de la coincidencia y relación de cero y uno. Menciona Freud S., 1900 “No tenemos dudas de que este aparato ha alcanzado su perfección actual sólo por el camino de un largo desarrollo. Intentemos trasladarnos retrospectivamente a una etapa más temprana de su capacidad de operación. Supuestos que han de fundamentarse de alguna otra manera nos dicen que el aparato obedeció primero al afán de mantenerse en lo posible exento de estímulos, y por eso en su primera construcción adoptó el esquema del aparato reflejo que le permitía descargar enseguida, por vías motrices, una excitación sensible que le llegaba desde fuera. Pero el apremio de la vida perturba esta simple función; a él debe el aparato también el envión para su constitución ulterior. El apremio de la vida lo asedia primero en la forma de las grandes necesidades corporales. La excitación impuesta {setz^n} por la necesidad interior buscará un drenaje en la motilidad que puede designarse «alteración interna» o «expresión emocional». El niño hambriento llorará o pataleará inerme. Pero la situación se mantendrá inmutable, pues la excitación que parte de la necesidad interna no corresponde a una fuerza que golpea de manera momentánea, sino a una que actúa continuadamente. Sólo puede sobrevenir un cambio cuando, por algún camino (en el caso del niño, por el cuidado ajeno), se hace la experiencia de la vivencia de satisfacción que cancela el estímulo interno. Un componente esencial de esta vivencia es la aparición de una cierta percepción (la nutrición, en nuestro ejemplo) cuya imagen mnémica queda, de ahí en adelante, asociada a la huella que dejó en la memoria la excitación producida por la necesidad. La próxima vez que esta última sobrevenga, merced al enlace así establecido se suscitará una moción psíquica que querrá investir de nuevo la imagen mnémica de aquella percepción y producir otra vez la percepción misma, vale decir, en verdad, restablecer la situación de la satisfacción primera. Una moción de esa índole es lo que llamamos deseo; la reaparición de la percepción es el cumplimiento de deseo, y el camino más corto para este es el que lleva desde la excitación producida por la necesidad hasta la investidura plena de la percepción. Nada nos impide suponer un estado primitivo del aparato psíquico en que ese camino se transitaba realmente de esa manera, y por tanto el desear terminaba en un alucinar. Esta primera actividad psíquica apuntaba entonces a una identidad perceptiva o sea, a repetir aquella percepción que está enlazada con la satisfacción de la necesidad. Una amarga experiencia vital tiene que haber modificado esta primitiva actividad de pensamiento en otra, secundaria, más acorde al fin {más adecuada}. Es que el establecimiento de la identidad perceptiva por la corta vía regrediente en el interior del aparato no tiene, en otro lugar, la misma consecuencia que se asocia con la investidura de esa percepción desde afuera. La satisfacción no sobreviene, la necesidad perdura. Para que la investidura interior tuviera el mismo valor que la exterior, debería ser mantenida permanentemente, como en la realidad sucede en las psicosis alucinatorias y en las fantasías de hambre, cuya operación psíquica se agota en la retención del objeto deseado. Para conseguir un empleo de la fuerza psíquica más acorde a fines, se hace necesario detener la regresión completa de suerte que no vaya más allá de la imagen mnémica y desde esta pueda buscar otro camino que lleve, en definitiva, a establecer desde el mundo exterior la identidad [perceptiva] deseada. Esta inhibición [de la regresión], así como, el desvío de la excitación que es su consecuencia, pasan a ser el cometido de un segundo sistema que gobierna la motilidad voluntaria, vale decir, que tiene a su exclusivo cargo el empleo de la motilidad para fines recordados de antemano. Ahora bien, toda la compleja actividad de pensamiento que se urde desde la imagen mnémica hasta el establecimiento de la identidad perceptiva por obra del mundo exterior no es otra cosa que un rodeo para el cumplimiento de deseo, rodeo que la experiencia ha hecho necesario. Por tanto, el pensar no es sino el sustituto del deseo alucinatorio, y en el acto se vuelve evidente que el sueño es un cumplimiento de deseo, puesto que solamente un deseo puede impulsar a trabajar a nuestro aparato anímico”(557-558). Entonces tenemos una codificación binaria en nuestras primeras inscripciones, el deseo de la madre le da vida al sujeto a partir del cumplimiento de satisfacción que da origen a una huella mnémica, la representación del uno y en la búsqueda alucinatoria de satisfacción de deseo la representación de cero. El origen es entonces uno y cero en conjunto, no somos sin el otro y no hay desarrollo de codificaciones si no tenemos en nuestros sistemas de información la representación mínima del sistema binario. A modo de conclusión la pulsión de muerte empuja al sujeto hacia su propia muerte y lo que encuentra en el camino es lo que llamamos vida, una satisfacción parcial de la pulsión, imposible llegar al origen cero antes de la muerte.
Bibliografía
FREUD, S. (1900-1901) La interpretación de los sueños (segunda parte). O. C., TOMO V, Buenos Aires: Amorrortu, 1979.
Sistema binario. Consultado: 2013.07.24. Disponible en https://es.wikipedia.org/wiki/Sistema_binario
Bit Consultado: 2013.07.24. Disponible en https://es.wikipedia.org/wiki/Bit