El otro en el mundo perverso
Por: Carlos Bautista
El ser humano, denominación y constructo inventado por la misma humanidad, el complejo ser humano, animal social, vive en sociedad, en normatividad, dependiente, buscando siempre la aceptación al grupo, la aceptación del otro para así ser y pertenecer a algo o alguien, real o imaginario. La sociedad con el otro, es de vital importancia en los primeros años, el ser humano, dependiente, desvalido, sometido, violentado, necesita del otro, en las figuras parentales, los objetos primarios juegan un papel importante en demasía no solo para existir, sino también en la manera de cómo va a vivir la vida ese “sujeto”. El otro es entonces el a priori de una estructuración, neurótica, psicótica, perversa, una conceptualización igualmente humana de la patología de la mente. Es el mundo el encargado de formar, nombrar y juzgar el funcionamiento del sujeto; la normalidad; la nosología nos da indicios de la estructura de perversa, retorcida, desadaptada que revisaremos a continuación. Como menciona Aulagnier Piera (1977) “La psique y el mundo se encuentran y nacen uno con otro, uno a través de otro; son el resultado de un estado de encuentro, al que hemos calificado como coextenso con el estado existente. La inevitable violencia que el discurso teórico impone al objeto psique del que pretende dar cuenta se origina en la necesidad de disociar los efectos de este encuentro, que aquel puede analizar sólo en forma sucesiva y, en el mejor de los casos, en un movimiento de vaivén entre los espacios en los que surgen tales efectos. Decir que el encuentro inaugural ubica frente a frente a la psique y al mundo no explica la realidad de la situación vivida por la actividad psíquica de origen. Si mediante el término <> designamos el conjunto del espacio exterior a la psique, diremos que ella encuentra espacio, en un primer momento, bajo la forma de dos fragmentos particularísimos representados por su propio espacio corporal y por el espacio psíquico de lo que lo rodean y, en forma más privilegiada, por el espacio psíquico materno. La primera representación de la madre se forja de sí misma como actividad representante se realizará a través de la puesta en relación de los efectos originados en su doble encuentro con el cuerpo y con las producciones de la psique materna” (30-31). Siguiendo la teoría, la misma psique de la madre, no la madre en sí, sino la representación de la madre será la encargada de mostrar el mundo al sujeto, de escribir las primeras huellas, su cuerpo, su sombra y su deseo formarán parte del aparato en construcción, o sea el hijo. Más adelante durante el desarrollo de su aparato anímico, se encontrará en otra situación clave en la manera de funcionamiento, entraremos al tema de la psicopatología y esperando que el primer encuentro con el otro si no dejo consigo una psicosis que se instaura en estos primeros momentos, pasaremos a la perversión. J. Laplanche, J.B. Pontallis (1905) definen el término perversión, como desviación con respecto al acto sexual, definido como coito, dirigido a obtener el orgasmo por penetración genital, con una persona del sexo opuesto. Se dice que existe perversión cuando el orgasmo se obtiene con otros objetos sexuales o por medio de otras zonas corporales (coito anal); cuando el orgasmo se subordina imperiosamente a ciertas condiciones extrínsecas (fetichismo, transvestismo, vouyerismo, exhibicionismo, sadomasoquismo); o cuando éstas por sí solas proporcionan placer sexual. De un modo más general, se designa como perversión al conjunto de comportamiento psicosexual que acompaña de atipias en la obtención de placer. La perversión es entonces en otras palabras una desadaptación en el ámbito de la sexualidad con respecto a la normalidad, el mundo del otro. Freud S. en 1905 señala que “la predisposición a las perversiones es predisposición original y universal de la pulsión sexual”. Perversiones de Objeto, caracterizadas en un solo objeto, en detrimento de los otros, ubica por una parte las relaciones sexuales con un partenaire humano (incesto, homosexualidad, paidofilia, autoerotismo), y por otro lado, las relaciones sexuales con un objeto no humano (fetichismo, zoofilia, transvestismo). Perversiones de Fin, en las que distingue tres tipos de prácticas: el placer visual (exhibicionismo, voyerismo), el placer de sufrir o hacer sufrir (sadismo, masoquismo), el placer de sobrestimación exclusiva en una zona erógena (o de un estadio), es decir la boca (fellatio, cunnilligus) o el aparato genital. Quizá justamente en las más horrorosas perversiones es justamente admitir la más vasta contribución psíquica a la trasmudación de la pulsión sexual. He aquí una obra del trabajo anímico a la que no puede negarse, a pesar de su horrible resultado, el valor de una idealización de la pulsión. Tal vez en ninguna parte la omnipotencia del amor se muestre de mayor fuerza que en estos desvíos suyos. En la sexualidad lo más sublime y lo más nefasto aparece por doquier en intima dependencia” (147). El encuentro con el otro constituye y determina al sujeto, el encuentro con el mundo, con el tiempo, con la vida, arroja al sujeto a su destino, que pareciera circunstancial. El perverso busca desmentir al otro, desmiente su mundo, desmentir su realidad. En la película “La pianista” (2001) del director Michael Haneke podemos observar la perversión en Erika Kohut la maestra de piano. Ella no encuentra satisfacción sexual de manera normal, es decir con el coito; es una estructura de personalidad perversa, con modos de funcionamiento sádico masoquista, voyerista, incestuosa. La historia de Erika gira en torno a la música, a su madre y hacia una aparente vida reprimida pero a lo largo de la película vamos descubriendo cómo su sexualidad que parece reprimida se va desviando a otras metas. Al principio la pulsión sexual está dirigida hacia la madre en una relación de amor y odio, vemos cómo se la pasan discutiendo y llegan a golpearse pero al final del día duermen en la misma cama, es una relación incestuosa. En una de las escenas Erika intenta tener relaciones con su madre, la toca, la besa y le dice que la ama. El enunciado de la madre es contundente “tú tienes que ser la mejor”, esto hace que el comportamiento de Erika para con sus alumnos sea muy hostil, siempre descalificando y tratando de dominar. Llega al punto que al verse en competencia con una de sus alumnas, la violenta poniendo vidrios en la bolsa de su abrigo para que al momento que metiera la mano se cortara y la imposibilitara a seguir tocando el piano. Cuando conoce a Walter Klemmer la pulsión sexual que parece ser reprimida o sublimada en la música cambia de meta y la dirige hacia lo perverso, al principio se muestra desinteresada pero al pasar del tiempo comienza a vigilar el comportamiento de Walter, después se vuelve su alumno y Erika toma una posición sádica, como es de esperarse se invierten los papeles, es decir regresa a lo contrario, en la sexualidad le gusta practicar la felación, le gusta ver pornografía y ser dominada. En una ocasión le escribe una carta a Walter ordenándole que la encierre, la ate de pies y manos, la maltrate físicamente y que encierre a su madre en una habitación cercana para que escuche lo que está sucediendo. A Walter no le parece la idea y le dice que está enferma pero al final de la película cumple con esa fantasía, pero al momento del coito no encuentra satisfacción. Walter que pareciera un neurótico también disfruta del sufrimiento de Erika, la maltrata física emocional y sexualmente. Vemos aquí la influencia del otro, en este caso la madre castrante, la madre incestuosa, la madre dominante, la madre perversa, el otro en el mundo perverso. La perversión en una dinámica sado-masoquista entre madre e hija, Erika busca venganza, maltrato a su madre y a ella misma.
Bibliografía
FREUD ,S. (1901- 1905 ). Tres ensayos de teoría sexual. O. C. , TOMO VII. Buenos Aires: Amorrortu, 1979.
AUGLANIER, P. (1977). La violencia de la interpretción del pictograma al enunciado. Buenos Aires: Amorrortu, 2007.
LAPLANCHE, J. (1983). Diccionario de psicoanálisis. Barcelona: Labor.
MICHAEL,H. (2001). La pianiste.