Niñez, pubertad y adolescencia.

¿Pero cómo viven el duelo los niños?

  •  
  •  
  •  

Fotografía con Licencias Creative Commons

Por: Norma Elizalde León

A lo largo de la historia el ser humano ha enfrentado diferentes pandemias, cada una tan grave como las otras. Han dejado a su paso graves consecuencias por su impacto en los ámbitos económico, político y social, de manera particular en los países y grupos más vulnerables, así como innumerables pérdidas de vida.

El duelo supone un proceso fundamental para el desarrollo psíquico humano. Cada experiencia vivida como pérdida psíquica conlleva la elaboración de un duelo. Varios autores han revisado el concepto de duelo, pero iniciaré el recorrido siguiendo el camino trazado por Freud.

En Duelo y melancolía, Freud (1917 (1915)) menciona que “el duelo es, por regla general, la reacción frente a la pérdida de una persona amada o de una abstracción que haga sus veces, como la patria, la libertad, un ideal, etc.” (241) [1]

El trabajo de duelo consiste en que el examen de realidad muestra que el objeto amado ya no existe, surge la exhortación de quitar toda libido de sus enlaces con ese objeto. A ello se opone una renuencia que puede llegar a una retención del objeto por vía de una psicosis alucinatoria de deseo. Lo esperado es que prevalezca el acatamiento a la realidad, pero la orden no puede cumplirse enseguida. Se ejecuta pieza por pieza con un gran gasto de tiempo y de energía de investidura. (242 y 243) [1]

Cuando hay una pérdida hay una desorganización del aparato psíquico y por tanto hay una regresión a etapas anteriores. Frente a la pandemia que actualmente vivimos, hemos vivido múltiples pérdidas que implican un duelo por las cosas que eran y ya no son más. A esto se le suma el duelo por la pérdida de un ser querido, la cual se vive desde el aislamiento y sin rituales funerarios.

Como menciona Freud (1917 (1915)), los adultos, como parte del duelo, reaccionan con una falta de interés hacia el mundo exterior, experimentan una pérdida en la capacidad de amar y hay una inhibición de la parte productiva (242) [1]. ¿Pero cómo viven el duelo los niños?  ¿Cómo logran realizar este trabajo de duelo si en la mayoría de los casos se encuentra influenciados por el sentir de los adultos?  Los niños son receptivos a los estados emocionales de sus padres y, aunque no se hable del tema o los padres intenten ocultar sus conflictos ante los hijos, éstos experimentan angustia e intentan, mediante sus propios recursos, explicar lo que sucede a su alrededor. 

Este concepto adquiere relevancia en la obra de Melanie Klein debido a que la autora lo ubica como un proceso central para la constitución del psiquismo. Menciona que la vida es un duelo porque siempre tenemos pérdidas.

Klein (1940) alude que los estados mentales por los que atraviesa un niño son similares al duelo del adulto, pero cuando se viven a temprana edad estos duelos son los que posteriormente revivirán en la vida, cuando se experimenta una situación dolorosa. “En el duelo de un sujeto, la pena por la pérdida real de la persona amada está en gran parte aumentada, según pienso, por las fantasías inconscientes de haber perdido también los objetos “buenos” internos. Se siente así que predominan los objetos internos “malos”, y que su mundo interno está en peligro de desgarrarse”. (74) [2]

El niño desde muy temprana edad experimenta duelos con sentimientos depresivos elaborándolos antes, durante o después del destete. Esta posición la denominó depresiva debido a todo lo que el pecho y la leche han llegado a ser en la mente del niño como amor, bondad y seguridad, se pierde. El niño cree que esta pérdida se debe a su voracidad y a sus propias fantasías e impulsos destructivos contra el pecho de la madre generándole sentimientos de culpa.  En el desarrollo normal estos sentimientos de dolor, aflicción y temores, se pueden elaborar mediante varios procesos.

Partiendo de la teoría de Klein, el niño desde etapas muy temprana experimenta estados depresivos transitorios y duelos. Ahora bien, éste es el desarrollo esperado en los niños, pero qué sucede cuando también se experimenta la pérdida de un ser amado.

Los niños perciben el estado emocional de los padres y pueden reaccionar con enojo, ansiedad, temor e incluso culpa. En algunos casos consideran que la persona amada “se fue” porque ellos hicieron “algo malo o no se comportaron como debían”. A través de la fantasía esperan que si logran “portarse bien y hacer todos sus deberes” la persona va a regresar. Crean una serie de fantasías para poder explicar qué sucede y cómo se sienten con lo que sucede. En ciertos momentos los padres incluso pueden contribuir a los sentimientos de culpa de los niños al expresarles comentarios que refuerzan la pérdida como consecuencia de un “mal comportamiento”.

Siendo así es posible que el niño experimente con mayor intensidad los estados depresivos, por una parte, a través del proceso de duelo propio de la etapa y por otro lado debido a la pérdida real del objeto amado. El niño vive por partida doble el dolor y la preocupación por la pérdida de los objetos “buenos”.

Su angustia se incrementa no sólo por las fantasías inconscientes de haber perdido este objeto “bueno” interno sino también porque la realidad le comprueba que la persona amada ya no está. El niño puede llegar a sentir que sus objetos internos “malos” predominan y que por consiguiente él es “malo”.  A partir de esto ¿es posible que el niño pueda considerar que sus propias fantasías e impulsos destructivos se cumplieron en la realidad? ¿Esto se podría relacionar con un sentimiento de omnipotencia del niño?

En la clínica psicoanalítica con niños, este proceso de duelo puede elaborarse mediante el juego. Como lo expresa Klein: el juego es el retorno de lo reprimido y con valor fantasmático, es la vía al inconsciente como los sueños en los adultos, es el lenguaje típico infaltable en los niños.

Bibliografía

[1] FREUD, S. (1917 (1915)). Duelo y melancolía, 235-256, Obras Completas, Vol. XIV. Argentina: Amorrortu Editores, 1976.

[2] KLEIN, M. (1940). El duelo y su relación con los estados maniacodepresivos. Obras Completas de Melanie Klein. Amor, culpa y reparación. Buenos Aires: Paidós, 346 -371.

Fotografía con Licencia: Creative Commons

Escribe un comentario